sábado, 17 de enero de 2015

Glosofobia

      

     Se abre el telón, veo al público que me mira y yo avanzo con cierta seguridad sobre el escenario diciéndome: "vas bien, Carla, no has tropezado, te acuerdas del texto, estás nerviosa, mucho, pero vas a hacerlo muy bien". Me coloco frente al público, un foco me ilumina solo a mí, el silencio que llena la sala está a punto de romperse con mi primera frase "¿Cómo?,el celoso Oberón..." y justo cuando abro la boca...¡horror! mis labios se han quedado pegados a mis encías, se han rizado por encima de mis dientes y casi no puedo hablar. Mi boca está seca como cartón y no puedo juntar los labios y, por lo tanto, no puedo pronunciar muchas consonantes. Me inunda el pánico, me muero de nervios y de vergüenza, no sé si salir corriendo o seguir haciendo el ridículo...

     Era la primera vez que hacía una obra de teatro hace ya unos 12 años. Representaba a Titania, la reina de las hadas de "El sueño de una noche de verano", ni más ni menos, y al final, hice el ridículo durante más de una hora porque no me atreví a salir corriendo y dejar colgados a mis compañeros y compañeras.
    Cada vez que cuento esta anécdota de mi vida como artista, mis amigas se parten y lo recuerdan muertas de risa (¿verdad, Lucía?) pero yo lo pasé fatal, la verdad. 

       Después de aquello, la primera vez que hablé en público colaborando en alguna charla, me pasó lo mismo, menos mal que podía tomarme tiempo para beber e ir más despacio.

      GLOSOFOBIA dicen que se llama (glosa es lengua en latín), es el miedo a hablar en público y de repente, estos días se habla de ello en los medios de comunicación, de sus causas y de cómo remediarlo. 
      Afortunadamente yo ya lo superé, o me acostumbré, y siempre tomo precauciones por si acaso (pastillas para salivar) pero parece que hay mucha gente que lo sufre y hay cursos y técnicas para superar la ansiedad que genera y sacar partido a los nervios que se tienen en lugar de temerlos.

    ¿Y por qué hablo de esto? Porque pienso en los niños y niñas de El Dragón y de las Escuelas Democráticas en las que se hablan las cosas y se realizan asambleas semanales, y estoy convencida de que a ellos y ellas les costará mucho menos expresarse en público. 
     Pienso esto por varias razones: una, porque son personas que reciben muy poco juicio y que van creciendo con mucha seguridad, sin importarles demasiado lo que opinen los demás, así que suelen decir siempre lo que piensan aunque sepan que no va a gustar. Por otro lado, están acostumbradas a hablar ante una audiencia grande de niños, niñas y adultos de distintas edades (en El Dragón al menos ante 38) y, si te pasas gran parte de tu vida haciendo eso (aunque sea ante personas conocidas), es posible que cueste menos luego hablar ante audiencias nuevas.
     En mi colegio, cuando era niña, rara vez hablábamos en público, se hablaba ante las compañeras (cole de monjas, claro) cuando la profe te preguntaba la lección, y siempre había juicio en eso. Cuando escuchaba mi nombre, me echaba ya a temblar, entonces decía la maestra "sal a la pizarra" y ahí ya solo mandaba la suerte y que me preguntara justo la parte que me había estudiado, no lo que yo sabía (eso nunca importaba), sino la que había memorizado, aunque no la entendiera. Y así años y años de educación temblando cada vez que oía mi nombre... Lo peor fue cuando en mi clase coincidimos tres niñas llamadas Carla y cuando la profe decía el nombre, el tembleque se alargaba hasta que decía el apellido...se me hacía eterno.

     Pues eso, que yo no paro de verle ventajas a esto de la Escuela Libre y cada día me sorprendo viendo lo bien que crecen y se educan los dragones y dragonas con los que convivo a diario.

¡Suerte con vuestra GLASOFOBIA!



2 comentarios:

Ares dijo...

Gracias Carla por contarlo, esta claro que si no sentimos cierto respeto cada vez que hablamos en público y nos ponemos algo nerviosos, al menos en mi caso la cosa no funciona, necesito esa tensión sostenida para dar el máximo.
Sin duda los niños y niñas que se benefician de espacios como el Dragón o simplemente de espacios o personas que los escuchen sin juicio tendrán muchas más posibilidades de expresar aquello que traen.
Un abrazo y gracias ;)

mml dijo...

Hola Carla,

De acuerdo en lo que planteas. No deja de sorprenderme la falta de soltura para preguntar y expresarse en público de muchos adultos incluso en conferencias donde uno ha elegido ir. Podría estar Ken Robinson y a la hora de preguntas o comentarios apenas intervendrían dos o tres personas.

Si que me gustaría añadir que en muchas aulas ha sido y es una práctica cotidiana. Pienso en colegios públicos como Palomeras Bajas, Trabenco, Carlos Cano o en muchas aulas que mantienen la práctica freinetiana de la asamblea de aula. O de su hermana mayor, la Junta de Alumnos donde se resuelven los conflictos y se toman decisiones colectivas y donde los niños/as de primero de primaria tienen voz y aprenden de los mayores socializando una actitud ante la vida.

Gracias y adelante con el blog